Vero
Vero (María Onetto) es como cualquier otra mujer de clase media. Casada, profesional, activa, reprimida, etc. pero algo en el camino de regreso a su casa la hace cambiar. Su vida da un giro de 180 grados. Se trastoca por completo. Poco importa si fue porque atropello un perro, un niño, o las dos cosas o nada, lo que importa es que eso que pasó la cambió. Ahora hay algo que retumba todo el tiempo dentro de su cabeza.
Es muy fácil decir que es la conciencia lo que perturba a Vero, pero en realidad hay algo más detrás de su malestar. Matar a alguien no es algo que a mucha gente le provoque dilemas morales. Woody Allen cuando no era solemne dirigió una gran película llamada Crímenes y Pecados, allí el personaje de Martin Landau mandaba a matar a su amante. Hacia el final de la película a Martin la muerte de alguien que amaba (o creía amar) ya no le pesaba. ¿Por qué iba a pesarle la muerte de un perro o de un pibe desconocido a Vero? Pero también somos seres humanos y tenemos sentimientos. Nos apena la muerte, pero más nos apenas que nos muevan el piso. Nos aterra que la seguridad sobre la que armamos nuestro día a día desaparezca de un plumazo. Quizás sea eso lo que acecha a vero, el terror de que su vida ya no va a ser la misma y de que ya no hay nada sobre lo que apoyarse. El cimiento de su vida burguesa se despedaza y eso le come la cabeza. Se convierte en una mujer sin cabeza.
Vero (María Onetto) es como cualquier otra mujer de clase media. Casada, profesional, activa, reprimida, etc. pero algo en el camino de regreso a su casa la hace cambiar. Su vida da un giro de 180 grados. Se trastoca por completo. Poco importa si fue porque atropello un perro, un niño, o las dos cosas o nada, lo que importa es que eso que pasó la cambió. Ahora hay algo que retumba todo el tiempo dentro de su cabeza.
Es muy fácil decir que es la conciencia lo que perturba a Vero, pero en realidad hay algo más detrás de su malestar. Matar a alguien no es algo que a mucha gente le provoque dilemas morales. Woody Allen cuando no era solemne dirigió una gran película llamada Crímenes y Pecados, allí el personaje de Martin Landau mandaba a matar a su amante. Hacia el final de la película a Martin la muerte de alguien que amaba (o creía amar) ya no le pesaba. ¿Por qué iba a pesarle la muerte de un perro o de un pibe desconocido a Vero? Pero también somos seres humanos y tenemos sentimientos. Nos apena la muerte, pero más nos apenas que nos muevan el piso. Nos aterra que la seguridad sobre la que armamos nuestro día a día desaparezca de un plumazo. Quizás sea eso lo que acecha a vero, el terror de que su vida ya no va a ser la misma y de que ya no hay nada sobre lo que apoyarse. El cimiento de su vida burguesa se despedaza y eso le come la cabeza. Se convierte en una mujer sin cabeza.
Lala
Todo el mundo dice tener una tía loca. Todos dicen que su familia la oculta y por una extraña razón gozan dando a conocer ese pariente de cuya existencia no tienen pruebas. Yo no tengo tíos. Ni locos ni cuerdos. Mis viejos son hijos únicos. Sin embargo me pasé la vida llamando tío y tía a un montón de amigos y parientes lejanos de mis padres. Hoy con 22 años lo sigo haciendo.
Si tengo un primo segundo. O tercero. Se llama Antonio y se parece mucho a la tía Lala. Lala y Antonio son al mismo tiernos y aterradores para su familia. Mi familia es bastante grande y nos vemos poco. A Antonio hace casi un año que no lo veo pero si veo seguido a sus tíos (a quienes yo también llamo tíos), que son primos de mi mama. La última vez que vinieron a casa a comer les preguntamos por Antonio a lo que contestaron: Esta bien, ¡Igual de loco que siempre!
Para que mentir, mi familia es bastante pacata y el hecho de que a alguien se le de por ir a laburar por poca guita a un hospital en la loma del orto cuando se recibió de medico con diploma con no se que honores es algo incomprensible. Mi mama dijo que ya se le iba a pasar esa locura. Es lo mismo que piensan de mí. Que ya se me va a pasar eso de ser homosexual. Antonio so sabe que soy gay (mis tíos tampoco) pero estoy seguro de que si algún día se entera le va a chupar un huevo. Lo primero que me preguntaría es si tengo novio y si la paso bien. Lo demás no importa.
Lala no encaja porque dice que lo que se le canta. Uno la ve tirada en la cama con esos anteojos de señora con plata venida a menos, ese peinado batido y no puedo menos que decir para uno mismo: pobrecita, le queda poco. Lo mismo que piensa toda su familia Siempre está encuadrada contra el enorme respaldo de la cama lleno de dibujos en la madera (como la cama de mis padres) como si fuera un trono. Como si el reinado que alguna vez tuvo se hubiera terminado y ahora solo le queda la atención/aguante de sus súbditos/parientes que la tratan como si hablaran con nene de 5 años. “Si tía”, “No tía”. Pero la vieja no esta gaga. Sabe muy bien lo que pasa. Es la única que sabe lo que verdaderamente pasa. Es la única que sabe que ese peinado y esos antejos son pura apariencia. Que toda su familia está escondida detrás de una fachada de familia tipo. Están atrapados de por vida en una actuación para la gilada. Una cárcel de la que no pudo escapar. Una condena de la que solo la redimirá la muerte. Pero quiere que su acto final sea salvar a Vero. Para que no tenga que representar una pantomima delante de los vecinos. Delante toda la puta ciudad.
Ninguno de los dos (de los tres. María Vaner tampoco encajaba en el mundillo de los actores) encaja en sus familias. Están destinados a ser el paria, el raro, el loquito.
Todo el mundo dice tener una tía loca. Todos dicen que su familia la oculta y por una extraña razón gozan dando a conocer ese pariente de cuya existencia no tienen pruebas. Yo no tengo tíos. Ni locos ni cuerdos. Mis viejos son hijos únicos. Sin embargo me pasé la vida llamando tío y tía a un montón de amigos y parientes lejanos de mis padres. Hoy con 22 años lo sigo haciendo.
Si tengo un primo segundo. O tercero. Se llama Antonio y se parece mucho a la tía Lala. Lala y Antonio son al mismo tiernos y aterradores para su familia. Mi familia es bastante grande y nos vemos poco. A Antonio hace casi un año que no lo veo pero si veo seguido a sus tíos (a quienes yo también llamo tíos), que son primos de mi mama. La última vez que vinieron a casa a comer les preguntamos por Antonio a lo que contestaron: Esta bien, ¡Igual de loco que siempre!
Para que mentir, mi familia es bastante pacata y el hecho de que a alguien se le de por ir a laburar por poca guita a un hospital en la loma del orto cuando se recibió de medico con diploma con no se que honores es algo incomprensible. Mi mama dijo que ya se le iba a pasar esa locura. Es lo mismo que piensan de mí. Que ya se me va a pasar eso de ser homosexual. Antonio so sabe que soy gay (mis tíos tampoco) pero estoy seguro de que si algún día se entera le va a chupar un huevo. Lo primero que me preguntaría es si tengo novio y si la paso bien. Lo demás no importa.
Lala no encaja porque dice que lo que se le canta. Uno la ve tirada en la cama con esos anteojos de señora con plata venida a menos, ese peinado batido y no puedo menos que decir para uno mismo: pobrecita, le queda poco. Lo mismo que piensa toda su familia Siempre está encuadrada contra el enorme respaldo de la cama lleno de dibujos en la madera (como la cama de mis padres) como si fuera un trono. Como si el reinado que alguna vez tuvo se hubiera terminado y ahora solo le queda la atención/aguante de sus súbditos/parientes que la tratan como si hablaran con nene de 5 años. “Si tía”, “No tía”. Pero la vieja no esta gaga. Sabe muy bien lo que pasa. Es la única que sabe lo que verdaderamente pasa. Es la única que sabe que ese peinado y esos antejos son pura apariencia. Que toda su familia está escondida detrás de una fachada de familia tipo. Están atrapados de por vida en una actuación para la gilada. Una cárcel de la que no pudo escapar. Una condena de la que solo la redimirá la muerte. Pero quiere que su acto final sea salvar a Vero. Para que no tenga que representar una pantomima delante de los vecinos. Delante toda la puta ciudad.
Ninguno de los dos (de los tres. María Vaner tampoco encajaba en el mundillo de los actores) encaja en sus familias. Están destinados a ser el paria, el raro, el loquito.
Candita
Si odie a una actriz durante algo más de una año fue a Inés Efrón. La culpa la tuvo XXX. Una película de mierda. Sí, una película de mierda. Las películas que son una porquería (moral y técnicamente hablando) merecen ser calificadas así, violentamente, porque violentan al espectador. Lo violentan con respuestas hipócritas y cobardes a preguntas imbéciles que nadie hizo. Efrón pasó de una actuación torpe y falluta a una interpretación creíble y sincera. Dejó de ser Alex y se convirtió a mi adorada Candita. Unas pocas escenas le bastan para protagonizar una pequeña gran historia de amor no correspondido.
Martel la filma siempre en planos cortos y cerrados junto a su tía Vero. Logra crear así una atmósfera de constante tensión entre una adolescente con las hormonas a más no poder y una mujer adulta que se anima al incesto hetero pero no al gay. Es la relación de opuestas perfecta. Candita dispuesta a llevar las cosas al límite y besar a su tía en su cuarto mientras en la habitación contigua esta su madre y acaba de salir su amiga/novia y una mujer que lo único que quiere es que todo vuelva a ser como antes y que la idea que le da vueltas en la cabeza desaparezca. La acción versus el estatismo.
A los que dicen que no se entiende por qué Candita es lesbiana. Yo les preguntaría ¿Qué es lo que no entienden? ¿Qué es lo que no les cierra? ¿Qué sea torta? ¿Qué se quiera voltear a la tía? ¿O que la frase más humana y más llena de amor de toda la película salga de la boca de una lesbiana? ¿O están celosos porque nunca tuvieron a nadie a quién decirle: “Las cartas de amor se contestan o se devuelven”?
Vero
La mueca en la cara de Vero cuando recibe la respuesta de la recepcionista del hotel lo dice todo. Ella sabe lo que pasó, sabe lo que hizo su familia. Ahora ya no hay vuelta atrás. Ya no hay golpe que valga. No hay más contusión. No hay más confusión. No hay más limbo. No existe más la triste esperanza de la enfermedad. La esperanza de convertirse en la próxima Tía Lala se esfumó. Ahora ve claramente. Ve la realidad. La terrible realidad de su familia. Ahora sabe que vive con una familia incestuosa e hipócrita, que es pura apariencia, que se pudre por dentro. Y que lo único que queda es sumarse a la masa y hacer de cuenta que no pasó nada. Y quitarse las penas escuchando a Demis Roussos.
Steve Zissou
La mujer sin cabeza (2008)
Dirección: Lucrecia Martel
Vero: María Onetto
Tía Lala: María Vaner
Candita: Inés Efrón
Si odie a una actriz durante algo más de una año fue a Inés Efrón. La culpa la tuvo XXX. Una película de mierda. Sí, una película de mierda. Las películas que son una porquería (moral y técnicamente hablando) merecen ser calificadas así, violentamente, porque violentan al espectador. Lo violentan con respuestas hipócritas y cobardes a preguntas imbéciles que nadie hizo. Efrón pasó de una actuación torpe y falluta a una interpretación creíble y sincera. Dejó de ser Alex y se convirtió a mi adorada Candita. Unas pocas escenas le bastan para protagonizar una pequeña gran historia de amor no correspondido.
Martel la filma siempre en planos cortos y cerrados junto a su tía Vero. Logra crear así una atmósfera de constante tensión entre una adolescente con las hormonas a más no poder y una mujer adulta que se anima al incesto hetero pero no al gay. Es la relación de opuestas perfecta. Candita dispuesta a llevar las cosas al límite y besar a su tía en su cuarto mientras en la habitación contigua esta su madre y acaba de salir su amiga/novia y una mujer que lo único que quiere es que todo vuelva a ser como antes y que la idea que le da vueltas en la cabeza desaparezca. La acción versus el estatismo.
A los que dicen que no se entiende por qué Candita es lesbiana. Yo les preguntaría ¿Qué es lo que no entienden? ¿Qué es lo que no les cierra? ¿Qué sea torta? ¿Qué se quiera voltear a la tía? ¿O que la frase más humana y más llena de amor de toda la película salga de la boca de una lesbiana? ¿O están celosos porque nunca tuvieron a nadie a quién decirle: “Las cartas de amor se contestan o se devuelven”?
Vero
La mueca en la cara de Vero cuando recibe la respuesta de la recepcionista del hotel lo dice todo. Ella sabe lo que pasó, sabe lo que hizo su familia. Ahora ya no hay vuelta atrás. Ya no hay golpe que valga. No hay más contusión. No hay más confusión. No hay más limbo. No existe más la triste esperanza de la enfermedad. La esperanza de convertirse en la próxima Tía Lala se esfumó. Ahora ve claramente. Ve la realidad. La terrible realidad de su familia. Ahora sabe que vive con una familia incestuosa e hipócrita, que es pura apariencia, que se pudre por dentro. Y que lo único que queda es sumarse a la masa y hacer de cuenta que no pasó nada. Y quitarse las penas escuchando a Demis Roussos.
Steve Zissou
La mujer sin cabeza (2008)
Dirección: Lucrecia Martel
Vero: María Onetto
Tía Lala: María Vaner
Candita: Inés Efrón
Este es el tema de Demmis Roussos. Se llama Mammy Blue. Recomiendo escucharlo ahora y después ver la película. La percepción sobre la canción cambia extremadamente. De ser una inocente canción pop pasa a ser verdaderamente siniestro. Es imposible volver a escucharlo como antes. Ese es el poder del cine.
1 comentario:
Muy bueno el post sobre la mejor película del año, y coincido a pleno con tu calificación sobre XXY, una cosa mediocre que tiene los peores diálogos del cine argentino en años (las peores escenas, los peores recursos de montaje y etcétera).
Saludos,
Hernán.
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